miércoles, 2 de agosto de 2017

CAPITULO 44 (TERCERA HISTORIA)




En cuanto la puerta de mi apartamento se cierra, me dejo caer contra la madera y comienzo a llorar desconsolada. No puedo más.


En ese preciso instante llaman y el corazón me da un vuelco. 


Una parte de mí ha vuelto a ilusionarse de golpe pensando en la posibilidad de que sea Pedro. La otra apunta que, aunque sea él, nada ha cambiado y tendríamos que separarnos otra vez. Y ninguna de las dos puede parar de llorar.


—Vamos, Paula, abre. Soy yo, Amelia.


Me separo inmediatamente de la puerta y me seco las lágrimas con el reverso de las manos a la vez que me obligo a respirar hondo.


—¿Maxi está contigo? —pregunto esforzándome en dejar de parecer la chica más triste del mundo.


No quiero que me vea así.


—No, se ha quedado en casa de mi madre. Macarena me ha llamado. ¿Qué ha pasado?


Abro y su expresión lo dice todo. Yo no quiero preocuparla más, pero, aunque lucho con todas mis fuerzas, no tardo más de diez segundos en volver a soltar un puchero y empezar a sollozar como una idiota. La chica más triste del mundo ha vuelto.


—¿Qué ha pasado? —repite Amelia.


Cabeceo y me adentro en mi salón. Ella cierra la puerta y me sigue.


—Han ocurrido muchas cosas —me sincero.


Ni siquiera me veo capaz de contarle toda la historia.


—¿Estás así por la empresa?


—No.


—¿Por Sebastian?


—No.


—¿Por Gustavo? —inquiere por tercera vez, con algo de incredulidad.


—Me he acostado con Pedro —estallo.


—¿Qué?


Me mira increíblemente sorprendida y yo enarco las cejas.


—Bueno —añade rápidamente—, pero eso no tiene por qué ser malo.


—Nos seguimos acostando —replico—, muchas veces, y me he enamorado de él. Ayer descubrió que tengo un hijo y hoy habíamos decidido intentarlo... hasta que lo he encontrado en casa de Macarena porque él es el chico misterioso con el que se veía —comienzo a sollozar de nuevo—. Y le he dicho que no podíamos seguir juntos, y me ha pedido que me marche con él, pero yo no puedo... no puedo, Amelia. Y lo quiero y acabo de echarlo de mi vida y sólo quiero que vuelva.


Rompo a llorar definitivamente. No puedo más. Amelia camina hasta mí y me abraza con fuerza. Su cara de sorpresa absoluta ha ido cambiando hasta parecer tan triste como Macarena y como yo. Estoy a punto de preguntarle si ella también se ha acostado con Pedro.


—Tranquila, pequeña —trata de calmarme.


—Deberías ir con Macarena —le pido, separándome—. Por favor, ve con ella.


Amelia me chista, camina hasta mi nevera, saca dos cervezas y me tiende una.


—Macarena viene para acá, porque las dos necesitáis a vuestras dos mejores amigas.


Por supuesto que la necesito, pero no estoy segura de que yo sea su persona favorita ahora mismo.


—A lo mejor no quiere verme —planteo entre sollozos, apretando con fuerza la cerveza aún cerrada.


—¿Tú quieres verla a ella?


—Claro que sí —respondo sin asomo de dudas.


Subí a casa porque era incapaz de respirar, porque necesitaba huir y ni siquiera sabía dónde hacerlo.


Amelia sonríe.


—Pues ya tienes tu respuesta —sentencia.


Macarena no tarda en llegar. Ya no la llamo Saint Lake City. 


Creo que, si hubiese pronunciado alguna vez su nombre delante de Pedro, nos habríamos evitado muchos problemas o quizá las dos estaríamos llorando, como ahora. Entre balbuceos, le explico todo lo que ya sabe: que yo no sabía que ella se veía con Pedro y que he roto con él porque lo quiero pero no puedo perder a mi familia otra vez.








No hay comentarios:

Publicar un comentario