jueves, 13 de julio de 2017
CAPITULO 32 (SEGUNDA HISTORIA)
La alarma suena, pero ya estoy despierta. Tengo la cabeza echa un completo lío y no he podido pegar ojo desde que Pedro se fue… porque se fue. Después de darme el orgasmo más increíble de mi vida, caímos en redondo en esta misma cama y, apenas un minuto después, se levantó, se vistió y se marchó. Tengo clarísimo nuestro trato, pero cada vez me cuesta más trabajo ver cómo se va. Me llevo la almohada a la cara y resoplo con fuerza. ¿En qué lío me he metido?
¡Basta, Chaves!
Me doy una bofetada mental y me obligo a salir de mi escondite. Clavo mi mirada en el techo y busco la mejor solución. Ser práctica es lo mío, mi punto fuerte, mi mejor virtud. Pienso. Espero.
Espero un poco más… ¡Maldita sea! No tengo ni la más remota idea de qué hacer.
Malhumorada, me levanto, me doy una ducha y me preparo para ir a trabajar. Agradecería poder dejar de pensar cinco minutos, pero no soy capaz. En estas situaciones soy mi peor enemiga.
Llego a la oficina, saludo a todos y me encierro en mi despacho. Sólo quiero trabajar y conseguir que mi mente traidora domine mi cuerpo aún más traidor.
Todavía no me he sentado cuando llaman a la puerta.
—Adelante —doy paso encendiendo el ordenador y acomodando los dosieres sobre la mesa.
Luciano Oliver entra en mi despacho y camina hasta colocarse frente a mi escritorio.
—Buenos días, señorita Chaves.
—Paula, llámame, Paula —le recuerdo por millonésima vez mientras rebusco entre los documentos de mi carpeta de cosas pendientes. Hoy tengo que mandar por mensajero varios acuerdos.
—He estado revisando algunas inversiones sospechosas y he encontrado algo que debería ver — me informa.
Yo sigo buscando. Estoy completamente segura de que, después de revisarlos con Scott, dejé aquí una copia de los dichosos acuerdos.
—¿Hay algún indicio de malversación? —le pregunto mecánica.
—Sí; de hecho, sí.
—Perfecto. Pásaselo a Scott y lo revisaremos al final de la tarde.
—No me parece lo más adecuado.
Asiento varias veces. El sistema no es el más idóneo, ni siquiera el más funcional. He tratado de cambiarlo infinidad de veces, pero toda la directiva de la oficina bursátil se opone. Cada inversión sospechosa de fraude debe pasar por tres revisiones de tres analistas distintos, no vaya a ser que
alguien cometa un fallo y algún bróker de Wall Street pierda una noche de sueño en vano.
—Sé que no es el procedimiento más eficaz, pero es el que nos imponen.
—Paula, se trata de Benjamin Foster.
No sé si ha sido por escuchar el nombre de Foster o por cómo Luciano ha pronunciado por fin el mío, pero alzo la mirada inmediatamente. Las negociaciones e inversiones de Benjamin Foster las llevan Alfonso, Fitzgerald y Brent, las lleva Pedro. Si alguien ha cometido un delito, ha sido él.
—Déjame verlo —le pido tendiendo la mano.
Abro la carpeta veloz y comienzo a revisar cada número. No puede ser cierto. A Pedro le gusta estar en el límite, por eso gana tanto dinero, pero nunca haría algo ilegal.
—La dejaré sola —comenta Luciano caminando hacia la puerta.
—Gracias —respondo sin levantar mi vista de los documentos.
Me paso el resto del día revisando cada número, cada línea, cada operación, ni siquiera paro para comer. Los indicios son claros, aunque no concluyentes, y pido más informes de más operaciones; no llegarán hasta el lunes. Necesito saber qué está pasando y, sobre todo, necesito saber si Pedro es el responsable. Le pido discreción a Luciano y que no comente este asunto con nadie.
Son las ocho y aún sigo en el despacho estudiando cada papel que encuentro sobre Benjamin Foster. Pedro me ha llamado un par de veces, pero las he desviado al contestador. No ha dejado ningún mensaje.
Cierro la carpeta exasperada y me llevo las palmas de las manos a los ojos. ¿Qué voy a hacer?
¿Qué voy a hacer si Pedro es culpable?
Me marcho a casa pero obtengo el mismo resultado que si me hubiese quedado en la oficina.
Apenas como y no dejo de pensar en él. En la cama, con las luces apagadas, tratando de dormir, mi móvil vuelve a sonar iluminando toda la estancia. Es él, pero no puedo cogerlo.
No sé qué decirle.
No sé qué hacer
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario