viernes, 16 de junio de 2017

CAPITULO 15 (PRIMERA HISTORIA)




El despertador suena infatigable pero no puedo decir lo mismo de mí.


Estoy hecha polvo. Dormí con el vestido de ayer y ahora mismo siento un frío intenso en todo mi maltrecho cuerpo. 


Me meto en la ducha con la idea de entrar en calor, pero ni siquiera con el agua prácticamente hirviendo lo consigo.


Me pongo mi falda marrón de lunares sólo porque hace conjunto con el jersey más tupido que tengo. Soy consciente de que no es mi mejor atuendo, pero tengo sueño, estoy exhausta y aún muerta de frío. Sólo espero que el señor Colton se apiade de mí y no tenga mucho trabajo.


Llego a la oficina y paso discretamente, casi de puntillas, por delante del despacho de Pedro. No estoy preparada para tenerlo cara a cara.


Durante todo el viaje en bus he intentado concienciarme de que lo vería, incluso me he preparado un discurso bastante absurdo, pero ahora prefiero evitarlo. Con un poco de suerte, cuando me marché, se cruzó con otra chica que le gustó y acabó divirtiéndose en la cama redonda. Hago una mueca. 


Esa idea no me ha gustado nada.


—Buenos días, señor Colton —digo entrando en su despacho y, sin que él diga nada, cerrando la puerta tras de mí. Hoy esta oficina tiene que ser mi búnker.


—Buenos días, Paula —responde de pie al otro lado de su mesa.


Por un momento las vistas a su espalda me roban el aliento. 


Desde luego este edificio debe de ser el mejor emplazado de toda la ciudad.


—¿Preparada?


—Claro —respondo volviendo a la realidad.


El señor Colton teclea algo en su ordenador y, pensativo, observa unos segundos la pantalla. Finalmente sonríe satisfecho y muy arrogante.


Sea lo que sea lo que ha visto, ha salido exactamente como esperaba.


—Hoy tenemos mucho que hacer —me informa—. Lo primero, ve al despacho de Pedro y recoge los archivos de Foster y Blair, e imagino que necesitarás tu iPad.


¡Maldita sea, el iPad! ¿Por qué ayer no tuve la brillante idea de dejarlo en cualquier otro sitio? No quiero ir a la boca del lobo todavía. Es demasiado temprano y, además, el lobo en cuestión tiene que estar enfadadísimo.


—Claro —respondo resignada y, aunque es lo último que quiero, echo a andar.


—Paula, espera. —No sé qué ha adivinado Jeremias en mi expresión, pero la suya parece haber cambiado—. Voy yo, tengo que hablar unas cosas con él. Además, con el humor de perros que tiene esta mañana probablemente la pagaría contigo —sentencia divertido dirigiéndose hacia la puerta.


Sonrío automáticamente relajada.


—Empieza revisando las medias de Wall Street de esta semana —me ordena saliendo del despacho.


No he revisado ni dos páginas cuando la puerta se abre de golpe y Pedro entra con paso firme. Tiene la mirada endurecida y la mandíbula tensa. Deja caer un par de carpetas sobre la mesa de Jeremias y apoya su mano en el respaldo de mi silla, inclinándose sobre mí.


—Me importa bastante poco lo que hagas con tu vida —susurra amenazador y con una voz suave, demasiado suave, como si condensara toda la calma que precede a una tormenta—, pero aquí soy tu jefe. La próxima vez que llegues tarde y no te molestes si quiera en pasarte por mi despacho, te despido.


Sin más, sale del despacho cruzándose con el señor Colton en la puerta. Yo me quedo sentada, sin mover un solo músculo, intentando no tener la más mínima reacción delante de Jeremias. No pensé que estuviera tan enfadado, aunque también ha sido un poco injusto. No creo que me merezca que me hable así.





2 comentarios: