martes, 1 de agosto de 2017
CAPITULO 40 (TERCERA HISTORIA)
El resto de la tarde pasa a cámara lenta, como si Pedro acabase de marcharse y yo continuase con la vista clavada en el recibidor.
Ya estoy metida en la cama cuando llaman a la puerta. Me levanto de un salto pensando que puede ser Pedro. Creo que nunca había cruzado tan rápido mi apartamento. Abro con una sonrisa de oreja a oreja y un discurso preparado sobre cuánto lo siento y cuánto lo echo de menos, pero el gesto se me borra de los labios en cuestión de segundos.
Saint Lake City está en mi rellano con un pijama de franela lleno de nubecitas y corazoncitos, la nariz enrojecida y los ojos llenos de lágrimas. Hemos pasado la tarde con Amelia contándonos las penas, bebiendo daiquiris y viendo películas de Ryan Gosling. Esa combinación suele ser infalible, pero está claro que hoy no ha dado muy buen resultado con ninguna de las dos.
—¿Estás bien? —inquiero, aunque no sé por qué lo hago, es más que obvio que la respuesta a esa pregunta es un no tamaño XXL.
Ella niega con la cabeza.
—¿Es por ese chico?
—Sí —responde en un sollozo tras sorberse los mocos.
—¿Quieres quedarte a dormir?
Asiente y yo me hago a un lado con la puerta. Regresamos a mi habitación, nos metemos bajo el nórdico y nos acurrucamos la una frente a la otra.
—¿Has sabido algo del Guapísimo Gilipollas?
—¿Has visto lo rápido que te he abierto? Creí que eras él —digo torciendo el gesto con el único objetivo de hacerla sonreír. Lo consigo—. No creo que me perdone.
Cuando pronuncio esas palabras en voz alta, el nudo de mi estómago se aprieta un poco más.
—Pues yo creo que te quiere.
—No —respondo con una sonrisa nerviosa—, él no es de los que se enamoran.
—Todos podemos cambiar. Tú has cambiado —me recuerda.
—Yo no he cambiado —me quejo.
—Claro que sí —replica—. Desde que él apareció estás diferente, y lo estás en el buen sentido. Tu vida siempre ha sido ser responsable en el trabajo, ser responsable con Maxi, ser responsable con nosotras y ahora es como si de repente estuvieras viviendo. Sonríes más, te vas a las nubes... eres feliz y eso sólo pasa cuando lo que tienes con la otra persona es auténtico. No te rindas.
Sonrío de nuevo. Con Pedro me siento exactamente así, soy feliz.
—No depende de mí.
—Sí que depende de ti. Habla con él, convéncelo de que te equivocaste y, ya de paso, podrías decirle que lo quieres —comenta señalando vagamente con el índice mi corazón.
—Yo no lo quiero —protesto nerviosa.
¿A quién pretendo engañar?
Por la manera en la que mi amiga enarca las cejas, está claro que a ella no.
—Duérmete —le ordeno enfurruñada, cerrando los ojos.
—Ya me imagino las invitaciones de boda: El Guapísimo Gilipollas y Paula Chaves —suelta moviendo la mano como si leyera una tarjeta invisible— tienen el honor de invitarlos a su próximo enlace.
Yo abro los ojos, le hago un mohín y vuelvo a cerrarlos. Ella rompe a reír y, menos de un segundo después, no tengo más remedio que hacer lo mismo. Me alegro de que esta terapia sí haya funcionado
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