viernes, 14 de julio de 2017

CAPITULO 35 (SEGUNDA HISTORIA)





Ninguno dice nada en el camino de vuelta a Nueva York. Cold desert, de los Kings of Leon, suena suave, casi de un modo imperceptible, en la radio del coche. Parece que los dos tenemos mucho en que pensar.


Pedro detiene su Ferrari frente a mi edificio. Las preguntas burbujean en mi garganta. ¿Qué somos? ¿Qué tenemos? Pero no quiero pronunciar ninguna en voz alta. Él aprieta con fuerza el volante con la mirada clavada al frente.


—Sube a casa —me ordena suavemente.


No digo nada, sólo asiento y me bajo del vehículo. Es mejor dejarlo aquí. El día de hoy ha sido demasiado largo y demasiadas cosas han pasado en él.


Estoy a punto de llegar a las escaleras cuando, sin saber por qué, me giro. Pedro sigue ahí, observándome. Siempre he sentido que una fuerza más poderosa que la propia gravedad me ata a él.


Ahora me doy cuenta de que a Pedro le sucede exactamente lo mismo. De pronto haberme bajado del coche sin hablar ya no parece tan buena idea, pero, una vez más, Pedro decide por los dos y, tras hacer rugir el motor de su coche, desaparece calle arriba.


Subo a mi apartamento y suspiro con fuerza. Deambulo por el salón sin saber qué hacer y finalmente me siento en mi escritorio y enciendo el portátil. Abro mi libro de Deegan y lo ojeo dejando volar las páginas mientras se carga el ordenador. Lo último que me apetece es trabajar, porque implicaría volver a pensar en Pedro y Benjamin Foster, así que decido centrarme en el proyecto.


Aparece la pantalla de inicio e inmediatamente vibra el icono de mensajes. Muevo el cursor y frunzo el ceño. Qué curioso. Fruncir el ceño es lo último que pensé que haría al ver un email de Christian.



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