jueves, 6 de julio de 2017

CAPITULO 10 (SEGUNDA HISTORIA)




Clava sus indescifrables ojos verdes en los míos y despacio, casi agónicamente, libera mi muñeca, deslizando su mano contra la mía hasta entrelazar nuestros dedos.


Mi corazón se acelera y todos los músculos de mi cuerpo se tensan deliciosamente.


Ha sido brusco, incluso arrogante. No ha preguntado. No ha pedido permiso. Y toda esa seguridad puede llegar a resultar embriagadora.


Pedro se humedece el labio inferior y desliza su mano hasta el final de mi espalda, deteniéndola justo en la frontera que marca la tela de mi vestido. Una punzada de placer se despierta en mi vientre, íntima y seductora.


No puedo dejar de mirarlo. No quiero.


De pronto se detiene y siento como si me hubiesen sacado de un sueño. La canción ha acabado y ni siquiera me he dado cuenta. Aparta su mano de mi piel y todo mi cuerpo se estremece como protesta.


—Adiós, Paula —susurra con su voz ronca.


Sus ojos verdes me atrapan de nuevo. Otra vez mi nombre en sus labios suena diferente. Otra vez siento que lo ha inventado para mí.


Pedro se separa definitivamente de mí y se aleja caminando entre las parejas que se preparan para bailar la nueva canción.


—Adiós —murmuro.


¿Qué acaba de pasar?


Llego hasta los inmensos sofás, donde me esperan las chicas, hecha un auténtico lío. ¿Por qué se ha comportado así conmigo? Ayer fue tan arisco, tan exigente, y ahora ha sido… completamente diferente y al mismo tiempo todo lo que Pedro siempre es. Ni siquiera soy capaz de describirlo.


Genial, Chaves.


Me dejo caer en uno de los tresillos junto a Victoria, y ella golpea mi pierna con el dorso de su mano llamando mi atención.


—¿No es Christian el que está saliendo a la terraza?


Yo miro hacia donde ella ya lo hace y efectivamente veo a Christian salir decidido. Vuelvo mi vista hacia Victoria y ella me observa esperando a que reaccione.


—¿Debería ir a hablar con él?


No sé por qué, pero estoy un poco confusa.


—Sí, yo diría que sí.


Me levanto y me aliso la falda del vestido a la vez respiro hondo para tomar fuerzas. No quiero acosarlo, pero tampoco quiero perder una oportunidad perfecta para que deje de verme como la hermanita de su mejor amigo.


—Hola —lo saludo en un murmuro entrando en la terraza.


—Hola —responde mirando su móvil por última vez y guardándoselo en el bolsillo interior de la chaqueta.


Está apoyado de espaldas contra la enorme baranda de piedra. Finalmente alza la mirada y me sonríe. Una sonrisa infinita y perfecta.


—¿Todavía por aquí?


Asiento y llevo mi mirada a la inmensa arboleda a unos pasos de nosotros. Estoy muy nerviosa.


—Estás muy guapa. —Sus palabras me hacen volver a mirarlo—. Ese vestido te queda muy bien.


—Gracias.


Los dos sonreímos y las mariposas de mi estómago se disparan. No soy muy buena haciéndolo, pero juraría que estamos coqueteando.


Christian da un paso hacia mí a la vez que se mete las manos en los bolsillos. Mi sonrisa se ensancha y bajo la cabeza para ocultarla.


—Christian, estás aquí —comenta Alejandro entrando en la terraza—. ¿Nos volvemos a la ciudad? Aún estamos a tiempo de tomarnos un par de cervezas con Lucas.


Lo miro suplicando internamente que ponga alguna excusa y se quede conmigo. Él me observa un segundo y asiente de inmediato.


—Claro —responde.


—Genial —sentencia mi hermano dando una palmada.


Sigo mirando a Christian, pero tengo la sensación de que el momento ha terminado para él y simplemente ha pasado a otra cosa.


Alejandro se acerca a mí. Se despide con un beso en la mejilla y los dos se marchan.


Ya a solas, tuerzo el gesto y me llevo las manos a las caderas. Tengo el hermano más inoportuno de todo el planeta Tierra. Si no llega a aparecer, puede que me hubiese invitado a cenar o quizá me hubiese besado.


«Y quizá ahora te despiertes.»


Suspiro decepcionada y regreso a las escaleras. Por lo menos he coqueteado.



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