domingo, 9 de julio de 2017

CAPITULO 18 (SEGUNDA HISTORIA)





Antes de que la alarma suene, ya estoy despierta. Me levanto de un salto y me meto en la ducha.


Después de mucho pensarlo he elaborado el plan perfecto para explicarle a Pedro lo que necesito de él. Probablemente se ría de mí, pero algo me dice que también va a divertirle, y ésa es mi principal baza para que diga que sí.


Voy en metro hasta la oficina de Alfonso, Fitzgerald y Brent. 


Toda la planta está desierta. Parece que las oficinas de este edificio se toman muy en serio lo de no trabajar los sábados. 


Quizá debería haber ido a su casa, pero lo cierto es que no sé dónde vive. Además, es un adicto al trabajo, y sospecho que a ponerse trajes italianos a medida. Si para una persona no existe el concepto fin de semana, es para él.


Empujo la enorme puerta de cristal y una sonrisa se cuela en mis labios. Sabía que estaría aquí.


Atravieso el elegante vestíbulo y me dirijo a su despacho. A cada metro que avanzo, los nervios se hacen más y más patentes en la boca de mi estómago. Tengo claro lo que voy a decirle y por qué, pero eso no evita que esté un poco inquieta.


A unos metros de la puerta de su oficina, ésta se abre frenándome en seco. Una mujer guapísima, con el pelo negro cayéndole sobre un elegante vestido vino tinto, sale del despacho de Pedro. La tela se ajusta como un guante a su piel perfectamente bronceada. Tacones infinitos, una sonrisa impecable. No sé quién es esta mujer, pero definitivamente juega en otra liga.


—¿Puedo ayudarte en algo? —me pregunta caminando hasta mí.


¿Qué ropa llevo yo? Una simple camiseta, una simple falda y unas simples bailarinas. Ahora mismo ni siquiera me molesta que una desconocida esté a un par de pasos de mí.


—Venía a ver al señor Alfonso —me obligo a responder.


Pedro ahora mismo está muy ocupado.


¿Cómo lo sabe? ¿Quién es?


—¿Eres su nueva secretaria? —inquiero.


Claro, porque Pedro permitiría que una empleada le llamara por su nombre. Todavía recuerdo aquello de «para ti, soy el tirano del señor Alfonso». A veces puedo ser rematadamente idiota.


Ella me mira de arriba abajo y sonríe con malicia. Oigo un ruido a mi espalda, pero ni siquiera me molesto en mirar. 


Aunque ni siquiera sepa por qué, necesito escuchar la respuesta a la pregunta que acabo de hacer.


—Soy Natalie Trent, la novia de Pedro.



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